¿Cuántas veces nos hemos preguntado que hubiese pasado si…? Cientos, miles, millones. Y, lo peor de todo es que nunca aprendemos. Tropezamos sobre la misma piedra una, otra y otra vez. Nos caemos y nos volvemos a levantar a sabiendas de que vamos a sufrir.
Esta vez va a volver a doler. Quizá hasta incluso más que las anteriores pero el miedo no me detiene, no. La curiosidad, el morbo, (llámalo “x”) me arrastra hasta ti, otra vez. Distinto sujeto y misma situación de inseguridad. ¿Acaso ya lo he vivido? Puede que sí pero tenemos esa gran capacidad de borrar las cosas importantes de nuestra mente. Esas cosas que nos ayudan a elegir la situación idónea. Y, persistentes, intentamos que esa pieza encaje en nuestro puzzle. ¡Un cubo de rubik a su lado sería pan comido!
Buscas las palabras exactas pero parece ser que te han abandonado a tu suerte. Estás sólo y no parece que la inspiración vaya a acompañarte esta noche. Tu corazón enmudece pero comienza a latir de forma violenta, duele. Tu boca parece sellada con pegamento instantáneo y tu lengua ha encontrado en la boca su lecho de muerte.
-¿Sí? Se escucha en la inmensidad de la oscuridad. Pero nada. Ha pasado un ángel, ni una palabra. Por dentro te maldices y entablas una conversación contigo mismo: hazlo, no lo hagas, venga tío no seas cobarde, pasa, si sabes que te va a decir que no. Miras a la luna que, en vez de guiñarte un ojo, te da la espalda. La insultas, te indignas y miras el reloj.
-¡Date prisa!- parece susurra con su inquietante tic tac. Pero eres una sirena de mármol en medio del océano, el océano de tus ojos que, impotentes comienzan a emanar pequeñas gotitas con un sabor amargo. Quieres nadar pero estás inmóvil, encadenado a un sentimiento. Deseas decir eso que llevas tanto tiempo preparando, recitarle de memoria tu discurso y servirle en una bandeja tu corazón para que haga con él lo que le apetezca. Ya no te importa si te quiere o si no. Tan sólo quieres descansar, calmar esa agonía que está acabando contigo. Poder respirar y sentirte aliviado.
-¿Sí? Repite por segunda vez. No recibe más respuesta que el silencio acompañado de una respiración acelerada, un susurro ininteligible, palabras cruzadas, sentimientos encontrados, miedo. Abres la boca, tartamudeas cosas incoherentes y decides darle al botón de colgar. Lloras, te arrepientes, te golpeas el pecho. Miras al espejo. Te ves pero no te reconoces ¿quién es ese estúpido que me mira con lástima? Eres un cobarde y no quieres asumirlo así que apagas la luz, te metes en la cama y te formulas la siguiente pregunta: ¿Y si…? Pero no obtienes respuesta, tan sólo conjeturas, idealizaciones, posibles finales a una historia de la que no tuviste valor de continuar y que se quedó con un final abierto.
No soy la mejor persona para dar consejos pero… no esperes a formularte esa pregunta para abrir los ojos. Ármate de valor, cree en ti mismo y adelante, el no ya lo tienes. No esperes una llamada que puede que no llegue nunca. Hazla tú. Siente miedo, siéntete bufón de la corte pero quédate con la satisfacción de que independientemente de que sea un final feliz o no, tuviste algo que te hace ser especial: el valor de ser sincero contigo mismo. La suerte de que el corazón le ganó el pulso a la razón.
Y, para terminar, os dejo con una canción que se plantea porque no tuvo valor de hacer algo que deseaba. En este caso, invitarle a dormir. Espero que la disfrutéis tanto como yo y que os arméis de valor para no estar en su situación.
Un abrazo,